Hay muchas personas, entre ellas, cristianos, que creen que la ayuda a los pobres, por ser algo bueno, uno puede hacerlo en cualquier momento y de cualquier forma. La Biblia, sin embargo establece ciertas regulaciones en cuanto a la ayuda a los pobres que, como cristianos, debemos obedecer. Esto no es de extrañarse pues todo en la creación de Dios está normado para que funcione correctamente y cumplan sus propósitos. Esto es importante entender porque cuando algún elemento de la creación o actividad humana viola las normas que Dios estableció para su existencia, entonces se vuelve malo o dañino, un instrumento del enemigo para causar destrucción —y la actividad de ayudar a los pobres no es la excepción. ¿Que normas estableció Dios para la ayuda a los pobres? Hay por lo menos 8 normas que establece:
La Biblia 1)ordena ayudar a los pobres (Hch.20:35; Pr.19:17), pero ordena que dicha ayuda 2)no debe ser obligada (2Co.9:7), sino voluntaria, de acuerdo a lo que cada uno decida en su corazón (2Co.9:7), y cuando uno así lo desee (Mr.14:7). Por lo tanto: 3)no debe ser cobrada por el gobierno en forma de impuestos, no solo porque rompería el principio de voluntariedad, sino porque no es el propósito por el cual pagamos pagamos impuestos (Ro.13:3-6). También enseña que 4)la ayuda debe ser distribuida a mano de privados, no del gobierno (2Co.8:19-20), y 5)no para mantener a gente que pueda pero no quiera trabajar (2Ts.3:10) o que se dedica a cosas dañinas (2Jn.1:7,10) pues al hacerlo se incentiva la ociosidad y el pecado (1Ti.5:11-15; 2Jn.1:11); y 6)tampoco a gente que tiene familiares que los pueden ayudar (1Ti.5:3-4) pues es su responsabilidad moral —no la de la iglesia, ni del gobierno (1Ti.5:4,8,16). 7)La Biblia enseña que tratar de erradicar la pobreza en esta era, es imposible (Dt.15:11, Mr.14:7), así que solo podemos aspirar a disminuir no eliminar la desigualdad económica, y 8)la forma de hacerlo es apelando a la generosidad de los ricos (1Ti.6:18; 2Co.9:11) y al arduo trabajo y buena mayordomía de los pobres (Pr.12:24; 19:15; 22:29; 1Ts.5:14).
Tu puedes ver que Jesús, por ejemplo, cuando alimentaba a los necesitados, lo hacía de sus propios recursos o de las donaciones que le hacían, pero nunca recolectó impuestos para ayudar a lo pobres (Mr.6:37-38, Jn.6:8-9; Mt.15:33-34). Los primeros discípulos, por ejemplo, tenían todo en común, no porque se haya eliminado la propiedad privada como estrategia para erradicar la pobreza, sino porque voluntariamente vendían parte de su propiedades para ayudar a los hermanos necesitados de la iglesia (Hch.2:44-45; 4.34-35; 5:4). Pablo también, cuando recolectaba la ayuda a los pobres no lo hacía en forma de cobro obligado, sino de ofrenda voluntaria (2Co.9:7), y para ello apelaba a la generosidad de los que tuvieran recursos (2Co.9:11). Tiene sentido que Dios ordene que la ayuda a los pobres sea voluntaria, pues la obligatoriedad elimina la generosidad. También tiene sentido que ordene que se haga a manos de privados y no del gobierno, no solo porque los privados son mas eficientes en la distribución de ayuda a los pobres, sino porque si el gobierno toma esta responsabilidad —en violación a los lineamientos de Dios—, haría al ser humano menos generoso y más egoísta pues le dejaría poco o nada que hacer por su familia o vecinos en necesidad.
Por lo anterior a lo largo de toda la Biblia nunca vas a ver a Dios ordenando al gobierno que recolecte impuestos para ayudar a los pobres. Pero esto tiene que ver también con la prohibición de robar. El robo lo podríamos definir como “el tomar recursos de otra persona de forma obligada por la amenaza de coerción y sin recibir algún beneficio directo a cambio”, y esto es lo que sucede cuando el gobierno cobra la ayuda a los pobres en la forma de impuestos, es una legalización del robo. Si quisiéramos justificar dicha práctica, justificaríamos el robo en la calle a mano armada siempre y cuando el asaltante sea “pobre”. La Biblia, en cambio nos enseña que pagamos impuestos porque recibimos a cambio un servicio directo por parte del gobierno —y específica cuál servicio (Ro.13:3-6). Pero si para disminuir la pobreza, en vez de apelar a la generosidad de los ricos, apelamos a la codicia y envidia de los pobres —lo cual es pecado (Ex.20:17, Ga.5:19-21)—, e incentivamos a que usen el gobierno para asaltar a los ricos y quedarse con sus recursos, tal como propone el socialismo, nos encontramos promoviendo el pecado.
Como hemos visto, la ayuda a los pobres en violación a los principios de Dios fomenta el egoísmo, el robo, la codicia, la falta de generosidad y la responsabilidad. No solo eso, sino que también puede fomentar estilos de vida irresponsables y dañinos. Por eso la Biblia ordena no ayudar a gente floja que por gusto no quiere trabajar (2Ts.3:10), pues su necesidad física es el único incentivo que tenemos para volverla una persona productiva (Pr.16:26). También por eso Pablo prohibía ayudar a gente en necesidad que no tuvieran un buen testimonio (1Ti.5:9-10) o estuviera dedicados a cosas dañinas (2Jn.1:7,10), pues al apoyarlas estas patrocinando sus estilos de vida pecaminosos y te haces partícipe con ellos (2Jn.1:11).
Creo que con esto te puedes dar una idea de lo importante que es conocer y obedecer los principios que Dios estableció para ayudar a los pobres. Nuestra buena intención en ignorancia y desobediencia a las normas de Dios nos podría convertir en instrumentos de Satanás para causar destrucción bajo la “bandera de ayuda a los pobres”. ¡Aguas!
Lamentablemente, en nuestra situación actual, en este mundo caído, nos toca soportar la injusticia (1Co.6:7; Mt.17:27) que el gobierno comete con el cobro de impuestos para ayudar a los pobres. Pero una cosa es soportarla, y otra cosa es apoyarla e incentivarla. No nos hagamos copartícipes con lo malo. Al contrario, enseñemos el modelo Bíblico y apoyemos al candidato que esté más apegado a él. Te invito a profundizar en este tema viendo este material>> y también este>>.
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