Ya vi el video del pastor Jahaziel Rodriguez en el que habla sobre el diezmo. Se que me lo mandó hace más del mes, pero sorry, no es sino hasta ahora encontré la oportunidad de escribirle al respecto, aunque este tema lo abordamos en el taller de “Básicos Cristianos“, en el de “La iglesia“, en el de “Finanzas”, así como en “otros estudios“. Por lo mismo voy a ser muy resumido aquí.
Es cierto lo que dice al inicio el pastor Jahaziel Rodriguez: Abraham (He.7:4) y Jacob (Gn.28:22) diezmaron. Pero no se estableció como principio o regla a seguir, cuanto más cuando Abraham solo lo hizo una sola vez y diezmó, no de sus posesiones, sino del botín de guerra que realizó. Tal vez funcione como parámetro o referencia para estimar un porcentaje adecuado en tu ofrenda, pero nada más. Y citar el pasaje de que “debemos seguir las pisadas de fe de nuestro padre Abraham” (Ro.4:12) no serviría de nada aquí, pues dicho pasaje no habla de diezmar como él lo hizo sino de “tienen la misma clase de fe que tenía Abraham antes de ser circuncidado”. Por otro lado hay muchas cosas que Abraham hizo que no debemos de imitar como el tener esclavos, concubinas, etc.
En cuanto al segundo punto, en el que asevera de que no hay un solo versículo en el NT que derogue la práctica del diezmo y que Jesús mismo afirmó la práctica del diezmo en Mt.23:23, solo te recuerdo lo siguiente: Jesús nació bajo la ley (Ga.4:4-5), y no vino a abolirla sino a cumplirla (Mt.5:17-19). ¿Cuando cumplió la ley Jesús? Cuando murió por nosotros en la cruz. Deja te explico: de acuerdo a la ley tu y yo merecíamos maldición y muerte por nuestros pecados (Ga.3:10-13; Ro.6:23), pero Jesús al tomar nuestro lugar y cumplir dicha sentencia anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz (Col.2:14). Nosotros por la fe hemos muerto juntamente con Cristo (Ro.7:4; Ga.2:19-20), es decir, en Cristo la ley nos mató ¡Ante la ley ya estamos muertos! y ley no tiene vigor sobre la gente muerta (Ro.7:1-4). Es por eso ya no estamos bajo la ley del A.T., sino bajo una nueva ley, la ley de Cristo (Ga.6:2; 1Co.9:21), o como también es conocida: la ley de la libertad (Stg.2:12), o la ley del Espíritu de vida (Ro.8:2). Jesús instauró un nuevo sacerdocio en el nuevo pacto y “cuando cambia el sacerdocio, también tiene que cambiarse la ley” (He.7:12). Obviamente los mandamientos de esta nueva ley no son todos nuevos, hay mandamientos del viejo pacto que se ratifican en el nuevo (Mt.13:52, Hch.15:24-29). Entre los que no se ratifican están el sábado, el diezmo y las leyes dietéticas (Col.2:16).
Los judíos mesiánicos, como Pablo o Pedro, sin embargo, seguían la ley, pero no por obligación (Ga.2:4-5), sino por una cuestión cultural (Ro.14:1-10; Hch.21:20-25), o por conveniencia o con fines evangelísticos (1Co.9:20). Así, los judíos cristianos seguían diezmando pero no en la iglesia, sino en el templo de Israel, pues la ley del diezmo es para la manuntención de los levitas y sacerdotes (Nm.18:21), y el templo no fue destruido sino unos 40 años después de haber comenzado la iglesia (en el año 70 d.C.). Hubieran despojado a los levitas y causado la histeria entre los judíos, si los apóstoles hubieran enseñado a los nuevos creyentes judíos que dejaran de dar el diezmo en el templo para darlo en la iglesia. Por eso los apóstoles lo que solicitaban no era diezmo, sino ofrendas ¿que porcentaje? el que gustes pues “cada uno debe decidir en su corazón cuánto dar; no de mala gana ni bajo presión, «porque Dios ama a la persona que da con alegría»” (2Co.9:7). Jahaziel Rodriguez pareciera asumir que el porcentaje de pago que se le debe dar a los siervos de Dios debe ser el 10%, pero no es así: es cierto la Biblia enseña que como obrero mereces un salario, pero Jesús enseñaba que bastaba con que te dieran de comer para que te consideraras pagado por tu trabajo (Lc.10:7).
Concluyendo: el diezmo es un mandamiento del antiguo pacto para la manutención de los levitas no de los apóstoles o ancianos de la iglesia. Los apóstoles nunca exigieron un porcentaje, sino una ofrenda voluntaria. El querer enseñar el diezmo como un mandamiento para el cristiano que debe darse en la iglesia y no en el templo judío, es mal-usar las Escrituras tomando textos fuera de contexto para justificar dicha práctica. Luego por eso los cristianos andan todos confundidos de porqué se obedece el diezmo y el sábado no, por ejemplo. Conozco pastores que saben que bíblicamente que el diezmo no aplica a la iglesia, pero que aún así lo enseñan y lo piden porque si no, no se juntaría para todos los gastos de la iglesia. Esto está mal por parte de los pastores a quienes se nos ordena “explicar correctamente la palabra de verdad” (2Ti.2:15), pero también está muy mal de parte de la iglesia quien parece que da solo a la fuerza.
Esto me lleva al siguiente punto: Nosotros estamos bajo la gracia y tenemos al Espíritu en nostros, asi que en teoría el estandar por el cual nos regimos es más alto que el del antiguo testamento, por lo mismo, el diezmo sería lo minimo que un cristiano debería tener en su corazón dar, como sucedía en la iglesia primitiva que hasta vendian posesiones por amor a los hermanos y a la obra de Dios (Hch.2:45; 4:32-35), y aunque eran probres eran ricos en generosidad (1Co.8:2-4). Lamentablemente, sin embargo, la mayoría de la gente que me pregunta si el diezmo aplica o no hoy en día, lo hace porque esta buscando la forma de “no dar”, o “dar menos”, y no porque “no puedan”, sino porque “no quieren”. Cierto, bajo el nuevo pacto no se te puede obligar a que des un porcentaje, pero si se puede apelar a tu responsabilidad o sentido de justicia, y a tu amor o misericordia. Pablo apelaba al amor o misericordia para recolectar la ofrenda para los hermanos necesitados (2Co.8-9), y apelaba al sentido de justicia o de responsabilidad para que ofrendaras para el mantenimiento de los obreros (1Co.9), pues es injusto que no retribuyas el servicio que consumes cuando está en tu poder hacerlo. Como dice Pablo: “los que reciben enseñanza de la palabra de Dios deberían proveer a las necesidades de sus maestros” (Ga.6:6). Sin embargo, hoy en día no solo se consume el servicio de enseñanza del pastor, sino también el de las instalaciones en las que uno se congrega —pues la iglesia en general ya no se congrega en casas como se hizo durante los primeros tres siglos, y aún si se hiciera, habría gastos, aunque mínimos, que habría que pagar. Puesto que uno hace uso de las instalaciones, sería injusto que uno no participara en dichos gastos también. Y si uno aspira a mejores y mayores instalaciones, se esperaría que su contribución fuera en acorde a lo que se desea. El principio es sencillo: hay un deber moral de hacerse partícipe de los costos en los que incurre la iglesia a la que asistes. La idea no es que uno busque cómo pagar menos, sino como asegurar que todas la necesidades de la iglesia estén cubiertas.
Se que ha habido mucho abuso en las iglesias cristianas en cuanto al dinero, y muchos pastores se han enriquecido a costa de sus ovejas. Pero no es así en todas partes: muchas iglesias que están batallando en sacar adelante los costos más básicos del local donde se reúnen; en otras, sus pastores tienen que conseguir trabajos de medio tiempo para completar para sus gastos personales; y en otras tantas se encuentran estancadas con muchos proyectos, publicaciones, traducciones y cosas que podrían hacer para extender el reino, pero no pueden porque no hay los ingresos suficientes. Es triste, pero muchos cristianos no dan, o quieren dar menos, no porque estén en una situación precaria, sino porque quieren tener más para “disfrutar más esta vida”: poder tener más salidas a restaurantes, más vacaciones, un carro más nuevo, etc. Se nos olvida las recomendaciones que Pablo hacía a la gente con dinero: “diles que usen su dinero para hacer el bien. Deberían ser ricos en buenas acciones, generosos con los que pasan necesidad y estar siempre dispuestos a compartir con otros. De esa manera, al hacer esto, acumularán su tesoro como un buen fundamento para el futuro, a fin de poder experimentar lo que es la vida verdadera.” (1Ti.6:18-19). Muy pocos tienen el deseo de invertir en una mejor eternidad, muy pocos tienen como carga la necesidad de la iglesia y el deseo de contribuir en la extensión del reino, muy pocos sienten el deber moral de retribuir por el bien recibido. Para bien o para mal, el cómo usamos nuestras finanzas siempre sacará a relucir la condición de nuestro corazón —el lugar que ocupa Dios y su causa en nuestras vidas.
Por eso, si usted tiene el hábito de diezmar, mi recomendación (no es mandamiento) es que no lo deje, que siga apartando esa cantidad. Si lo ha hecho por años, eso le indica que lo puede seguir haciendo. Sí, cierto, hay sacrificios que seguramente hace, pero mientras esos sacrificios sean de lujos o cosas no esenciales que sacrifica, considero que valen la pena. Dios honrará esos sacrificios. El hábito de diezmar le ayudará a ser más organizado con sus finanzas —muchos no dan no porque no tengan, sino porque son desorganizados en su economía, no saben en que se les va el dinero. También le ayudará a recordar quien es su proveedor, a desarrollar su fe, a cultivar un corazón generoso, y a poner la mira en las cosas eternas no en este mundo. Cierto, no tiene que dar todo a la iglesia a donde asiste, aunque siempre debe de retribuir por la enseñanza que recibe y las instalaciones que usa, pero si la iglesia a donde asiste tiene las necesidades más que cubiertas, siéntase en la libertad de buscar hermanos en necesidad a quien ayudar o ministerios a quien apoyar con parte de ese diezmo que aparta. Le doy esta recomendación porque muchos, dejando el hábito de diezmar, han perdido por completo el hábito de dar y contribuir en la obra de Dios para perjuicio de ellos pues su corazón también se desvió. Y si el diez por ciento se le hace gravoso, o muy poco, establezca a su gusto el porcentaje o cantidad que desea dar, pero hágalo con la mira de que se vuelva algo constante y permanente, es decir, un hábito—esto es lo importante, pues le ayudará a guardar su corazón. Y si alguna vez se le atora la carreta, no se sienta condenada, no está “robándole a Dios”, al contrario, siéntase con la libertad de levantar la mano y pedir ayuda a la iglesia. Pablo enseñaba la solidaridad entre los miembros de la iglesia: “ahora mismo ustedes tienen en abundancia y pueden ayudar a los necesitados. Más adelante, ellos tendrán en abundancia y podrán compartir con ustedes cuando pasen necesidad.” (2Co.8:14). Y si se siente frustrada porque no tiene dinero para dar, recuerde que el trabajo que puede hacer para su congregación también cuenta.
Espero que esto haya contestado sus inquietudes.
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