“Alberto, está muy padre la enseñanza, esta muy padre el modelo de iglesia, pero ¿porque viene tan poca gente?”; “esta información es oro puro, deberíamos estar llenando un auditorio entero, pero somos muy pocos ¿por qué será?”; “Alberto ¿porque no crece Minas?” —Preguntas y comentarios así, en sus diferentes variantes, suelen hacerme aquellos que se familiarizan con nuestro ministerio. Tu me hiciste una pregunta similar. Tanto a ti como a ellos les extraña que siendo bendecidos por Dios con tan buena enseñanza, seamos la poca gente que somos. ¿Que tantos somos? Aunque nuestra visión y estrategia nunca ha sido ser una iglesia grande, sino una multitud de iglesias en casa con sus respectivos pastores, nuestra iglesia en casa en particular, en los poco más de 5 años que llevamos, no logramos juntar más de 12 adultos de asistencia constante. Obviamente, dicha situación causa extrañeza entre los que nos conocen. Aquí trataré de contestar esta incógnita. Y sí, se requerirá una “epístola” porque no es una respuesta sencilla, hay varios factores que pueden producen este resultado y además traen consigo una tremenda enseñanza que quiero transmitir —aprovechando la curiosidad en cuanto a nuestra situación.
Causas de nuestro lado
1- Un trato de Dios conmigo
Cuando uno se encuentra ante una problemática así, el primer lugar en donde uno debe buscar la causa, es en uno mismo: ¿Dios no me considera apto para cosas “mayores”?, ¿ve detalles en mi corazón que le impidan bendecirnos con un gran número de gente? Esta podría ser muy bien la posible causa: que por problemas del corazón (orgullo, necedad, negligencia, etc.), Dios no esté permitiendo un mayor crecimiento para que yo no pierda piso y/o para que más gente no sea dañada por mi. Así que por protección mía y la de ellos, nos mantiene así, pequeños. Digo, la Biblia enseña que engañoso es el corazón más que cualquier cosa, y aunque yo pueda decir que estoy bien, muy bien pudiera ser que me esté autoengañando. Por esta razón Pablo decía que “ni siquiera me juzgo a mí mismo. Porque aunque la conciencia no me remuerde, no por eso quedo absuelto; el que me juzga es el Señor.” (1Co.4:3-4).
¿Que puede hacer uno al respecto? Sólo atender a la voz del Señor cuando él nos muestre algo que tengamos que cambiar ya sea por medio de la consciencia, la reprensión de nuestros hermanos, o por medio su Palabra, la cual es poderosa para juzgar los pensamientos y las intenciones del corazón (He.4:12). Pero esto es un proceso y el Espíritu lo dirige, y aunque uno quisiera cambiar todo lo que está mal y ser perfecto de la noche a la mañan, no podemos apresurar sus procesos, sino solo eficientizarlos con un corazón dócil mientras que oramos, como David: “líbrame de los pecados que me son ocultos” (Sal.19:12). Créeme si algo he hecho es continuamente autoexaminarme para evitar que, por asuntos de pecados ocultos en el corazón, se esté obstaculizando nuestro crecimiento. Si algo ha hecho esta situación ha sido probar mis convicciones, mi llamado y mi corazón. Pero aún así Dios ha puesto al cuerpo para ayudarnos mutuamente a eliminar puntos ciegos que pudiera haber en nosotros, así que si tu ves algo en mí no alineado a la Palabra, tú sabes que estoy más que abierto a escuchar feedback, reprensión o amonestación (recuerda lo que vimos en la predicación de “la verdadera cobertura espiritual”)
2- Por no evangelizar lo suficiente
Esta muy bien pudiera ser la causa de nuestra pequeñez. Aunque muchas iglesia hoy en día solo crecen por la migración de miembros de otras iglesias, el sano crecimiento definitivamente depende de la actividad evangelística que la iglesia realice. En este aspecto aunque no hemos hecho “tooodo” lo que pudiéramos, nuestros esfuerzos evangelísticos como individuos y como iglesia han sido constantes: invitando a nuevas personas en las reuniones entre semana y los fines de semana, compartiendo el mensaje cada fin de semana a los contactos de whatsapp y en las redes sociales, abriendo grupos de estudio nuevos para alcanzar a nuevas personas, yendo casa por casa, los miembros compartiendo en su trabajo, etc. Lamentablemente en los grupos que abrimos con gente nueva, estos se han disuelto con el pasar del tiempo, pues dejan de asistir por más que les insistamos; y otros simplemente nunca aceptan nuestra invitación. Así que creo que, aunque podríamos hacer más, no creo que sea la razón de nuestra situación.
3- Una mala estrategia de crecimiento o mercadotecnia.
Otra de las razones que podrían explicar el porqué somos pequeños, podría ser la falta de implementación de estrategias de crecimiento o mercadotecnia. Hay iglesias que para atraer a la gente implementan diferentes estrategias para volverse más atractivas: reunirse en un hotel o lugar bonito, con música y luces que vuelvan atractiva la reunión a la audiencia, contar con el respaldo de personajes o ministerios famosos, actividades para jóvenes y adultos que los atraigan y envuelvan, tener predicaciones cortas y amenas, profesionalizar la reunión, ofrecer café y pan al inicio con gente recibiendolos, tener videos profesionales, etc, etc. En este sentido debo reconocer que nuestra estrategia de mercadotecnia es pésima: videos caseros con mal fondo, mi mala dicción, con mal audio (en los videos iniciales), en un lugar poco atractivo, etc. Lo interesante del caso es que aunque hay definitivamente muchas cosas que podríamos mejorar, nuestra mala mercadotecnia es parte de la estratégia que Dios ha marcado para nosotros. Dios nos marcó empezar así para inspirar y animar a otros que han sido llamados y que no se han lanzado porque no tienen la infraestructura de una megaiglesia o la franquicia de algún ministerio famoso. Y así ha sucedido, al vernos que compartimos la Palabra desde la cocina de nuestra casa, con videos caseros, usando nuestro celular, y con un predicador que tiene graves problemas de dicción, con poca o ninguna persona en la audiencia, otros se han animado y han comenzado a compartir la Palabra con lo que tienen. A él sea la Gloria.
4- ¿Porque continuamos a pesar del aparente fracaso en el que el ministerio se encuentra?
Por una firme convicción del llamado de Dios sobre nuestras vidas. Trabajamos y servimos no por los resultados sino por la orden que él nos ha dado de servirle de esta forma. Los resultados animan, pero nos anima más saber que agradamos a Dios con el servicio que hacemos para él. La confianza de dicho llamado, no solo viene por el testimonio que el Espíritu da a nuestros espíritus, sino también por ver su respaldo al darnos enseñanza tras enseñanza y revelación tras revelación que sólo puede venir de él. La solidez bíblica de dichas enseñanzas y los frutos en los que las acatan, lo comprueban. Nos hace sentir muy honrados, muy especiales, el que haya puesto sus ojos en nosotros, una de las iglesias más insignificantes, para mostrar las riquezas y profundidades de su Palabra. ¿Somos los únicos con este tesoro? ¡Por su puesto que no!, pero somos parte de ese puñado de iglesias a las que Dios ha volteado a ver para bendecir con su revelación… y estamos muy conscientes que ni siquiera deberíamos pertenecer a ese selecto grupo. Pero por su gracia somos lo que somos y tenemos lo que tenemos. A él sea la Gloria.
Causas del lado de la audiencia
Hasta aquí las razones de nuestra falta de crecimiento serían un problema que cae del lado de mi y de MINAS. Sin embargo, hay otras razones, que, de ser correctas, denotan un grave problema en la audiencia en general (cristiana y no cristiana), y que nos son un indicador de los tiempos que estamos viviendo.
1- El conducto no es atractivo
Te había comentado que por dirección divina nuestra estrategia de mercadotecnia es pésima, pues no cumplimos con el atractivo que el mundo busca, es decir, somos despreciables en muchos aspectos: un predicador sin estudios teológicos formales, no famoso, pero sí criticado y difamado por otros pastores de la localidad, sin el respaldo de algún ministerio reconocido, con oratoria deficiente, demasiado jóven para el agrado de gran parte de la audiencia, que se reúne en una casa, sin grupo de alabanza mas que un playlist de spotify, y una audiencia física que ronda en los 12 adultos. Tal vez en nuestros videos no se aprecie nuestra cruda realidad y den la imágen de algo que no somos, como ya nos ha pasado: en una ocasión, por ejemplo, una pareja, motivada por los videos que les enviamos por whatsapp, nos acompañó: cuando se bajaron del carro y vieron dónde era la reunión, se les desfiguró la cara, y todavía un poco más cuando entraron y se dieron cuenta de la escasa asamblea que estaba presente —son de risa estos episodios. En otra ocasión perdimos el encanto ante un visitante cuando a su pregunta de cuáles estudios teológicos tenía, le contesté: “ninguno, soy autodidacta” —está por demás decir que no volvimos a verlo. Entre los comentarios que han llegado a mis oídos: “¿que me va a enseñar este huerquete?”, “este ni la sala de su casa llena con su ‘evangelio correcto’”, “es un orgulloso ¿quien se cree?”, “pero si es ‘Chuy’ ¿que nos va a enseñar?”
No creas que no me he quejado con Dios ante esta situación: ¿por qué darme esta revelación a mi? ¿por qué no dársela a alguien más famoso para que dicho conocimiento fuera recibido con más facilidad alcanzando a más personas? Sin embargo, si algo he aprendido de Dios es que si hace algo que me parece mal o equivocado, no es porque sea así, sino porque mi nivel de sabiduría no alcanza a comprender la suya. Así que le pedí entendimiento y me lo dió. Él me enseñó en su Palabra que él escoge lo vil y los despreciado de este mundo para llevar su mensaje (1Co.1:26-29): gente que no era “la sabia” o “erudita” de acuerdo a los estándares de este mundo, sino campesinos y pescadores, gente del vulgo, sin título ni rango, o el apoyo de la élite en poder. Aun Jesús fue llamado Nazareno (Mt.2:23), que era un título denigratorio pues se consideraba que de Nazareth no podía salir nada bueno (Jn.1:46), menos un profeta de Dios (Jn.7:52), y mucho menos el Mesías (Jn.7:41). Pero ¿porqué permite Dios esto? ¿Por qué permite que el mensaje que traería perdón y vida eterna se llevado por personas que para el mundo son consideradas insignificantes y despreciables? ¿No sería más efectivo que el mensaje lo transmitieran los grandes y famosos de este tiempo? No, pues Dios al escoger un conducto así está confrontando algo que él detesta: el orgullo en el corazón del hombre (Pr.6:17). Le está diciendo “¿quieres venir a mi? ¿quieres conocerme? tienes que venir a sentarte y tomar cátedra de estas personas que consideras insignificantes, en contextos despreciables (He.13:13)”. Es decir, tienes que humillarte. El conducto despreciable es un filtro departe de Dios para repeler a los que no quieren doblegar su orgullo. No por nada Jesús amenazaba que si no nos humillábamos como un niño no entraríamos al reino de Dios (Mt.18:2-3). ¡Dios es asombroso en su sabiduría!
Y es una humillación para ambas partes, tanto para los expositores como para los receptores. Para los que exponemos la Palabra, porque tenemos que rogarles e insistirles que escuchen lo que Dios nos ha hablado para su bendición, y porque nos envía envueltos en “esta vestidura” que no es atractiva para el mundo. Y para los receptores, los que escuchan la palabra, igual, pues tienen que sentarse y aprender de aquellas personas que son los despreciables a los ojos del mundo. ¿Esto implica que mucha gente se quedará sin acceder a la salvación? Así es, esto implica que por el orgullo, muchos rechazan el mensaje por lo despreciable del mensajero; pero también implica que muchos que han aceptado la salvación, también por su orgullo, no accederán a los tesoros de su Palabra por estar guardados en maestros despreciables. Afortunadamente de tiempo a tiempo Dios cambia la ola y deja que el resto de la gente acceda a su mensaje y a dichos tesoros, pero siendo estos los últimos pues esperaron hasta que Dios quitara dicha vestimenta despreciable de sus expositores. En lo particular, me fascinaría que muchas amistades cristianas que conocí en mi soltería recibieran los tesoros de su Palabra que Dios nos ha otorgado, pero dicho ofrecimiento ha sido rechazado vez tras vez. Es normal, la gente que vieron a Jesús crecer decían de él “quién se cree este, y de dónde saca esta sabiduría” (Mt.13:54). La frase de Jesús “nadie es profeta en su propia tierra” es una triste realidad.
2- El contenido no es atractivo.
Si queremos empeorar un poco más las cosas, no solo el conducto es despreciable, la enseñanza es fuerte y poco atractiva. Mientras en muchas iglesias “te doran la píldora”, te enseñan cómo escalar en la bendición presente; acá con nosotros se te invita al arrepentimiento, a la disciplina y autonegación en pro de una gloria futura. En otros lugares te inflan el globo de la expectativa de bendición y éxito terrenal, acá lo desinflamos. Y esto no lo digo por mi mismo, eso viene de los comentarios de los asistentes: “es que esto no te lo dicen en las demás iglesias”, y “es que esta enseñanza está muy fuerte”, etc. Y no creo que sea un problema de estilo mio, simplemente es el efecto que tiene la Palabra de Dios: “¿No quema mi palabra como el fuego? —dice el Señor—. ¿No es como un martillo poderoso que hace pedazos una roca?” (Jer.23:29). En una ocasión las palabras de Jesús fueron tan fuertes que ocasionaron la fuga de una multitud de sus discípulos (Jn.6:66). Y en los últimos tiempos que estamos viviendo Pablo nos advierte que la gente “no tolerará la sana doctrina, sino que seguirán sus propios deseos y buscarán maestros que les digan lo que sus oídos se mueren por oir” (2Ti.4:3).
Esto no es nada nuevo, Dios diseñó que el contenido de su mensaje tampoco fuera atractivo para este mundo. Jesús, de hecho, decía que el mundo lo odiaba por su prédica (Jn.7:7). Y es que la gente busca un tipo de mensaje que Dios simplemente no da. Dicha prédica “es ridícula para los judíos, que piden señales del cielo, es ridícula para los gentiles, que buscan la sabiduría humana” (1Co.1:22), para tener el éxito en este mundo. Entonces cuando predicamos que Cristo fue crucificado, los judíos se ofenden, los gentiles dicen que son puras tonterías. Sin embargo, para los que Dios llamó a la salvación, tanto judíos como gentiles, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. Y es que Dios, en su sabiduría, se aseguró de que el mundo nunca lo conociera por medio de la sabiduría humana, usó nuestra predicación «ridícula» para salvar a los que creen. (1Co.6:21).
¿Que te dice todo esto? que los que predicamos la palabra estamos frente a una audiencia que no está dispuesta a sufrir la sana doctrina o que se les hace tonterías o fanatismos. En nuestro caso, gente ha dejado de venir o no ponen un pié con nosotros por esta razón. Por eso se vuelvan a iglesias “más light”, o iglesia que les doren la píldora y les digan lo que sus oídos quieren oír, solapando a su pecado, apelando a su avaricia y su carnalidad. Afortunadamente, con todo y todo, Dios sigue trayendo a gente a salvación en medio de dichas iglesias. ¡A él sea la Gloria!
3- La membresía no es atractiva
No solo el conducto y el mensaje son repugnantes, sino también la membresía. Pues a diferencia de otras iglesias, nosotros sí ejercemos “disciplina eclesiástica” sobre los miembros. ¿Qué es esto? Es la amonestación, reprensión pública, o expulsión de miembros por la persistencia en pecados graves que la Biblia condena. Es algo que la Biblia enseña en 1era de Corintios 5, 2da de Tesalonicenses 3, Así como en las cartas de Cristo a la iglesia de Pérgamo y Tiatira. Hablamos más de este tema en este estudio.
Así que ya te imaginarás esto vuelve aún menos atractiva la membresía a todas aquellas personas que no estén dispuestas a comprometerse en serio en su caminar con el Señor. Por ser una iglesia en casa, esto permite conocer de más cerca a cada uno de los miembros y así darles un pastoreo más eficiente. Por un lado, porque nos conocen de cerca y pueden aprender de nuestro ejemplo; y por otro lado, porque nos permite conocerlos y abordar puntualmente áreas que no están bien en sus vidas. Aquí no pasas desapercibido. Hay gente que esto le incomoda y terminan yéndose, y hay otros que terminamos expulsando porque se niegan arrepentirse de pecados que la bíblia condena, como el de inmoralidad sexual —sí, aún en nuestra pequeñez nos hemos dado a la tarea de expulsar a miembros que quieren vivir abiertamente en pecado. Y aquellos que aún no toman una decisión por Cristo les damos un tiempo en lo que consideran rendir su vida a Cristo, pasado dicho tiempo, los invitamos amablemente a dejar de asistir pues la membresía de la iglesia está limitada a creyentes (ver más)
4- La estrategia no es atractiva
Por otro lado la estrategia que Dios nos ha dado para el ministerio: iglesias en casa, sin edificios, ni complicaciones materiales o de equipos, con pastores con ningún preparación de seminario mas que el discipulado que se les ha impartido, suena de locura para muchas personas. Miembros nos han cuestionado acerca de dicha estrategia y les hemos comentado que es la misma que la de la iglesia primitiva y con la que Pablo extendió el evangelio en todo el imperio Romano. Sin embargo no deja de hacérseles demasiado osada, atrevida e imprudente para nuestros días (esta temática la discutimos a profundidad en esta epístola), así que algunos se han ido de Minas por nuestra forma “tan bíblica” de hacer las cosas.
5- El servicio no es atractivo
Por último, por no ser un ministerio reconocido en el que uno pueda brillar o ser la estrellita u obtener algún renombre o título, o formar parte de “algún selecto” grupo, muchos no se integran en el servicio del ministerio. ¡Si de por sí somos una iglesia que no fomenta el activismo eclesiástico, sino el que cada miembro comience sus propios ministerios! En una ocasión, por ejemplo, se nos acercó una chica diciéndonos que quería apoyarnos en el ministerio, sin embargo le comentamos a ella: “al contrario, nosotros somos los que queremos apoyarte a ti en tu ministerio, en tu propósito. ¿Ya lo tienes identificado? sino, nos gustaría ayudarte a descubrirlo y a desarrollarlo y para ello tenemos material en nuestro discipulado que nos gustaría que empezaras a tomar” —fue debut y despedida porque ya no volvimos a escuchar de ella.
Entonces, por un lado no incentivamos ese activismo eclesiástico, y por otro, los pocos que consideran el servir con nosotros le piensan dos veces porque no conlleva la gloria de formar parte de un ministerio “grande” y “reconocido”. En varias ocasiones, algunos pocos que se han animado, empiezan a servir pero luego se desaparecen sin decir “agua va”, o lo hacen mal o a medias —tal vez por ser algo “casero” no le dan seriedad al servicio que realizan para su Señor.
Algunos que se han apuntado para pastorear, desisten cuando ven la falta de resultados, otros han tirado la toalla al no soportar los lineamientos que tenemos para el ministerio, así como las reprensiones que les llegábamos a dar. En fin, por el formato y estilo de nuestro ministerio resulta repulsivo el servicio para aquellos que buscan gloria, una posición o título, o una licencia para hacer lo que quieren. Solo aquellos que tienen el genuino deseo de agradar a Dios y no al hombre se logran a apuntar y permanecer en dicho servicio. Así que una vez más, Dios utiliza nuestro formato como filtro para que queden solo los que quieren servirle con un corazón correcto.
Conclusión
Con esto te puedes dar una idea de otras de las causas de porqué Minas es tan pequeña. Gracias a Dios sin embargo, nuestro mensaje ha tocado a cientos de personas —lo cómico de esto es que no se nota en el conteo de los videos porque típicamente los borramos periódicamente para subir una versión mejor o más editada. Yo en lo personal, no me quejo de nuestra pequeñez, al contrario, doy gracias porque el verdadero trabajo pastoral es una verdadera friega: estar detrás de la gente, orar y ayunar por cada uno, animar y amonestar a cada uno, estar a pendiente, sufrir por ellos cuando se enfrían o se apartan, etc. La asistencia promedio son de 12 pero en realidad pastoreámos a 36 personas, más niños y más otras tantas que rondan en la periferia, y creeme, con esas tenemos. Además mi trabajo pastoral es solo medio tiempo, tengo también un negocio que atender. Por eso nuestra meta más que llenar mi casa, es que se levanten más pastores con sus iglesias en casa. Nuestro deseo es que el mensaje de Dios se extienda sin importar si es por medio nuestro o de otros ministerios, pero que se extienda.
El punto principal aquí que no quiero que pierdas de vista es lo que Dios hace y cómo lo hace, no solo en la Biblia, sino hoy en día: él pone los tesoros de su conocimiento en conductos despreciables, dentro de un mensaje poco atractivo, con una membresía desagradable y una estrategia que deja mucho que desear para los aspirantes, ¿Porque haría Dios esto? Ya vimos en parte que es para confrontar el orgullo y superficialidad que hay en nosotros, pero también es para que podamos experimentar su definición de éxito. ¿A qué me refiero con esto? Mira, para el mundo la definición de éxito es la grandeza económica, la buena fama, el tener un ministerio grande con mucha gente, cosas que alimentan el orgullo del hombre. Para Dios, en cambio, éxito es hacer su voluntad cuando nadie lo aprecia, cuando es difícil, cuando implica humillación y conlleva algún sacrificio de por medio (ver más). Filipenses 2:5-11 es lo que enseña, y cómo resultado de ese éxito viene la gloria de Dios (Fil.2:9). Por eso, “muchos que ahora son los más importantes en ese día [cuando el Señor venga] serán los menos importantes, y aquellos que ahora parecen menos importantes en ese día serán los más importantes” (Mt.19:30). Es “por esto que me deleito en mis debilidades, y en los insultos, en privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo” (2Co.12:10), porque cuando para el mundo y gran parte de la iglesia soy un perdedor, mi esperanza es que, a los ojos de Cristo yo le sea una persona de éxito —y eso, él lo juzgará cuando él regrese. Pero mi aspiración no es ser grande a los ojos del mundo, sino a los ojos de Dios… y esa debería ser la tuya.
Así que no te preocupes por el tamaño de la iglesia, la fama o el número de miembros no es señal de éxito a los ojos de Cristo. Ahí tienes a la mega iglesia de Laodicea a quien Jesús amenazó con vomitarla de su boca por su tibieza y, aunque era una iglesia grande y rica, para Jesús era una iglesia miserable, pobre y desnuda (Ap.3:15-17). Tan patética era su condición espiritual que Jesús se encontraba afuera de dicha iglesia tratando de entrar (Ap.3:20). En cambio tienes a la iglesia de Filadelfia que era débil y pequeña (Ap.3:8) pero que Jesús dió su sello de aprobación por perseverar fiel a su palabra sin negar su nombre. A la iglesia que nosotros consideraríamos exitosa Jesús reprobó y a la que consideraríamos perdedora, aprobó. De aquí mis sospechas a iglesias y ministerios “exitosos” de acuerdo a los ojos del mundo, y mis reservas a catalogar como perdedores a ministerios despreciados. En un tiempo en el que el hombre juzga en base a las apariencias, es tentador caer en lo mismo, pero nosotros debemos ser diferentes. Por eso el preguntar “qué tan grande es tu iglesia” para medir su condición denota una grave falta de discernimiento espiritual; preguntar, en cambio, ¿tu iglesia manifiesta entre sus miembros el amor de Cristo?, ¿sus miembros están dispuestos a sufrir por la Palabra?, ¿tu iglesia está creciendo en conocimiento, madurez y santidad?, esto es lo que, al final de cuentas, Cristo está buscando más que el número.
Creo que estamos en los tiempos previos a la venida de nuestro Señor y la Biblia enseña que en dichos tiempos la iglesia en general se compondría de personas carnales que no sufrirán la sana doctrina (ver más), si esto es así, sería normal que a cristianos así no se les haga atractivo asistir a iglesias como la nuestra. También enseña que la gente del mundo sería cada vez más adversa a su evangelio (ver más), si estamos en dichos tiempos, sería normal que sean muy pocos los nuevos convertidos a pesar del esfuerzo evangelístico. Y sin embargo, vemos ministerios crecer exponencialmente, pero lamentablemente muchos de ellos es gracias a que diluyen la palabra haciéndola “menos ofensiva”, “más humanista”, y porque apelan a la avaricia para sacarles cuánto dinero puedan y así construir sus emporios de ministerio. Así, la pequeñez de Minas e iglesias como la nuestra, muy bien podría ser un termómetro de los tiempos que estamos viviendo (ver más).
Personalmente creo que nuestro tamaño es señal de los tiempos que estamos viviendo… pero pueda que esté equivocado y que sea en realidad asunto de alguna deficiencia en mi persona o ministerio. Ambas posibilidades estarán siempre sobre la mesa, lo cual es bueno porque nos ayudará a mantener una actitud de humildad y autoexaminación constante, así como de continuo discernimiento de los tiempos.
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