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Desencanto con el liderazgo de la iglesia

Cuando uno llega a Cristo uno típicamente se encuentra en el primer amor, emocionado por conocer al ser más grandioso que alguien puede conocer: a Cristo. Pero la emoción no termina ahí, sino que continúa con los líderes de la iglesia que Dios utiliza: palabras con gran revelación que impactan, que transforman vidas, que ayudan, que consuelan, que causan convicción, es lo que escuchas en los mensajes que predican desde el púlpito o en congresos y retiros, y tu admiración por Dios y sus siervos crece. La admiración crece aún más cuando cuando ves la forma sobrenatural en las que muchas veces Dios los utiliza con liberaciones, profecía, o milagros de sanidad; o con lo grandioso de la producción con la que operan: grandes edificios, transmisiones en vivo, la gran producción musical, luces, bocinas, las multitudes que los siguen; o la infraestructura que han logrado construir con maestros de escuela dominical, líderes de grupo de jóvenes, grupo de alabanza, ujieres, consejeros de familia, celulas en casa, etc. Es como si la unción en el ejercicio del llamado, la posición y la infraestructura que rodean a muchos de estos líderes, les diera un aura de gloria que los hiciera ver casi casi divinos, seres perfectos —cuanto más si uno no convive con ellos de cerca.

Sin embargo, la decepción y el dolor llega cuando uno se encuentra con la cruda realidad. Y es que cuando uno atraviesa esa cortina de gloria que los rodea, cual mago de oz, te das cuenta que son personas normales, con sus luchas, temores, y sus fallas —fallas que dejarían a muchos bocabierta, y con las que eventualmente te toparás: líderes que por envidia ponen la zancadilla a otros hermanos que estaban estaban sobresaliendo en su servicio a Dios, o que levantan falsos para desacreditarlos; te topas a líderes que aprovechan sus púlpitos para denunciar a otro hermano de la iglesia sin darle previamente la oportunidad de defenderse; te encuentras problemas de abuso de autoridad con pastores que buscan controlar indebidamente la vida de sus ovejas; te topas problemas de inmoralidad sexual con líderes cometiendo infidelidades o presa de la pornografía; te topas con problemas de orgullo, con líderes incapaces de reconocer sus fallas o recibir alguna corrección; te topas con líderes que en privado son malhablados, maldicientes y soeces; con líderes que son egoístas que no les interesa apoyar la causa de Cristo sino solo engrandecer su nombre y su ministerio; con líderes que practican diversas formas de ocultismo por ignorancia; con líderes que dan consejería mientras que tienen graves problemas conyugales y familiares; con líderes que solo les interesa el dinero y que utilizan medios turbios para adquirirlo; con líderes que son snobs despreciando y evadiendo a gente que el mundo desprecia para relacionarse solo con aquellos que el mundo alaba, etc.

Si leyéramos la Biblia, esto no debería de sorprendernos, pues en ella nos encontramos episodios de líderes que caían discriminaciones de grupos: se apartaban de grupos despreciados por el temor al qué dirán, y estoy hablando de Pedro y Bernabé (Ga.2:11-14). Te encuentras con el caso de un líder que tenía severos problemas con el orgullo, al punto que Dios tenía que permitir que el enemigo lo atormentara con una debilidad para mantenerlo humilde, me refiero a Pablo (1Co.12:6-10); te encuestas el caso de líderes que entran en contiendas y discusiones, como el episodio de Pablo y Bernabé (Hch.15:36-40); a renombrados líderes que cometían actos de idolatría, como el caso de Juan que se postró dos veces ante un ángel del cielo para adorarlo (Ap.19:10; 22:9); o el caso de líderes que corrían a miembros de la iglesia por apoyar a ministros que no formaban parte de su iglesia, como el caso de Diótrefes (1Jn.1:9-10), el caso de líderes que predicaban por competencia, celo ministerial, o con el fin de opacar a otro hermano (Fil.1:15-17); o el caso de líderes que solo buscan sus propios intereses y no los de Cristo (Fil.2:19-21)… y estos son las fallas de los que se les considera cristianos verdaderos, pues tienes también los líderes que eran denunciados como falsos cristianos, líderes que no podían con la presión ministerial y terminaban abandonando todo para irse al mundo (2Ti.4:10), líderes que se eran falsos apóstoles que explotaban financieramente a las iglesias y se acreditaban con grandes títulos y grandes ministerios en lugar de tener un corazón sincero (2Co.5:11-12; 11:12-13), líderes que se desvían escuchando doctrinas de demonios (1Ti.4:1-2); líderes que con su enseñanza se desvían para justificar su pecado y perversión (2Pe.2).

Y es que, como ves, las fallas se dan en líderes que son verdaderos cristianos, pero mucho más en los que son falsos cristianos. ¿Cuál es la diferencia entonces? Los falsos cristianos han negado a Cristo en doctrina (se han salido de la doctrina central del evangelio, cosa que los lleva a no ser salvos), y en conducta (se han desviado de la moralidad básica cristiana entregándose a ciertos pecados de los cuales la Biblia advierte que si se practican no heredarás la vida eterna: fornicación, idolatría, adulterio, homosexualismo, robo, alcoholismo, maledicencia, y estafas —ver 1Co.6:9-10). El líder cristiano, en cambio, aunque con fallas, se mantiene fiel al evangelio, y tiene actitud de arrepentimiento: es decir, no desea pecar y se mantiene en una lucha activa para vencer cualquier pecado o debilidad que hubiera en su vida, pero, como el resto de los cristianos, todavía es una obra en proceso y aun no han llegado a la perfección. Lo que los diferencía del resto de los cristianos, no es su perfección sino su madurez: es decir, han alcanzado un nivel de santificación, de modelamiento del carácter de Cristo y de conocimiento, que les permite tolerar y ayudar a otros que apenas comienzan. Pablo pone como requisito que sean intachables, no en el sentido de que sean perfectos o que no cometan fallas, sino en el sentido de que no están entregados a pecados evidentes que los lleva a dar un mal testimonio.

Pablo pone un listado de requisitos para aquellos que aspiran a una posición de liderazgo en la iglesia (1Ti.3:1-13). Esto lo hace para que los candidatos se evalúen a sí mismos para ver si tienen ese nivel, y para que los demás sepan huir de un liderazgo que no tenga dichas calificaciones. En un mundo ideal solo los que tienen las cualificaciones bíblicas ocuparían una posición de liderazgo en la iglesia, pero en la realidad muchos suben la escalera organizacional porque saben ser aduladores y saben jugar bien el juego de la política eclesiástica. Así que te vas a topar con muchas personas que no tienen una acreditación bíblica para ser líderes de la iglesia, pero que lamentablemente lo son. Sin embargo, están los líderes que sí tienen la acreditación, no son perfectos, pero tienen la humildad para atender a la reprensión y corregir sus caminos, tienen áreas débiles pero toman las medidas para fortalecerlas, tienen tentaciones y caídas, pero se levantan; tienen sus luchas, pero no se dan por vencido, sino que persisten hasta vencer. En medio de dicha imperfección y debilidad ellos muestran un amor genuino por Dios y por su gente, se desgastan sirviendo desintersadamente; se preocupan sinceramente por los débiles y descarriados y buscan ayudarlos a volver y permanecer en la fe; sacrifican lujos, ganancia, tiempo libre o comodidades con tal de avanzar la obra de Dios; están dispuestos a sufrir vituperio, crítica, y desaprobación en el servicio que realizan para Dios; sufren la ofensa y el abuso con buena cara devolviendo bien por mal, etc. En su debilidad e imperfección así Dios decide utilizarlos y los pone como ejemplo a seguir por su amor, su constancia y su doctrina. Es así como Dios se exalta por su gracia derramada sobre sus vidas.

Esto debería ser un alivio para ti, pues aún estás lejos de alcanzar la perfección, pero al ver que Dios utiliza a personas así de débiles y falibles, como vemos en la Biblia y en el mundo actual, da esperanza de que Dios te pueda utilizar a ti también. Solo debes tener en cuenta que debes de guardar la actitud correcta: de fe y de arrepentimiento, pues líderes que abandonaron la fe o el deseo de agradar a Dios, terminaron entregados a pecados que los llevó a destrucción eterna, aunque en sus posiciones de liderazgo Dios los utilizó hasta el final de sus vidas (ver Mt.7:21-23). Por eso, como dice Pablo: Ten cuidado de tu conducta y de tu enseñanza. Persevera en todo ello, porque así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen. (1Ti.4:16).

Todo esto te lo digo porque en tu servicio a Dios no quiero que te desanimes al toparte con la oposición, el abuso o la falta de apoyo por parte del liderazgo de la iglesia. Tú véelos con compasión y ora por ellos, estando consciente que tu podrías tener sus mismas fallas o peores. Dios te fortalecerá y te abrirá las puertas a pesar de los obstáculos que de parte de ellos puedan venir, pero tienes que saber bien las reglas del juego, pues de lo contrario, el enemigo tomará ventaja sobre ti para destruir lo que Dios quiere hacer a través de ti. En este sentido te recomiendo ver el taller de autoridad para que sepas en qué cosas debes someterte y en qué cosas no. En el inter, guarda tu corazón, la historia de David con Saul te enseña que el mal liderazgo está diseñado para pulir y perfeccionar a la siguiente generación de líderes, entre la cual te encuentras tú. Y no te desanimes, que así como tú, somos muchos los que hemos sido pulidos por personas así para al final cumplir el propósito de Dios para nuestras vidas. Ánimo.

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