Nuestro bebé estaba en la semana 40 ya para nacer, y deseando tener un párto natural esperábamos que empezaran las contracciones en cualquier momento. En el inter, tocaba ir con el doctor para el check up del embarazo. Estábamos emocionados de que pronto ya íbamos a conocer a nuestro hijo, pues solo lo habíamos visto en ultrasonido. Sin embargo, esta vez, al revisar el corazón del bebe lo que encontró el ginecólogo fue absoluto silencio. Su cara de preocupación se notó enseguida, y tratando de guardar compostura nos dice que nos vayamos de emergencia al hospital. Parecía que estaba viviendo un sueño, se me dificultaba creer que nos estuviera pasando esto. Nuestra esperanza era que el equipo del doctor, como ya estaba viejo, haya tenido un imperfecto que estuviera ocasionando que no leyera bien los latidos del corazón del bebe. En el hospital, sin embargo, con los aparatos más sofisticados se confirmó lo que se temía: nuestro bebé Yoshua (como le habíamos puesto) había fallecido. El doctor giró instrucciones para tener rápido una cesaria. Nuestras esperanzas todavía estaban en la posibilidad de que Dios pudiera hacer un milagro, y lo pedimos: al momento de salir el bebé del vientre de mi esposa, cargándolo en mis brazos, frente a los doctores y enfermeros, oramos mi esposa y yo para que Dios lo resucitara… pero nada pasó. Al ver esta escena, las enfermeras y demás presentes derramaron lágrimas junto con nosotros. Nuestro bebé había muerto.
Fué un trago muy amargo, que no me dió tiempo de procesar sino hasta después, pues había que preparar todo para los servicios funerario, pagar la cuentas del hospital, atender a mi hijos que estaban en casa, recibir a las visitas que vinieron a tratar de confortarnos en nuestro dolor. Ya en camino al servicio funerario, al cual asistieron todos nuestros amigos y familiares, una amiga que estaba considerando acercarse a Dios me escribe: “Esto es lo que no entiendo de tu Dios, si ustedes les sirven y lo aman como pocos lo hacen, ¿por qué les quitó a su hijo? Tu Dios es malo. Yo por eso no me acerco a él.” Ni tiempo tuve para contestarle, pero me dió la pauta para lo que iba a compartir durante el servicio funerario de mi hijo.
Si Dios nos ama ¿por qué permite que cosas tan horribles nos pasen: pérdidas de nuestros seres amados fuera del tiempo esperado como la pérdida de nuestros hijos, accidentes o enfermedades terribles que nos llegan a suceder, muertes catastróficas muy horribles, encarcelamientos injustos, crísis económicas, etc. etc.? Esta pregunta es la misma que se formuló Job cuando Dios permitió que de un solo golpe perdiera su riqueza y todos sus hijos, y en un segundo golpe, aún su salud. Sufrir injustamente, sin aparente razón, es uno de los típicos temores de muchos cristianos que oran: “Señor, por favor no me pruebes como a Job”. En una generación de cristianos al que se le ha enseñado que lo que Dios desea para tu vida es tu bienestar a como el mundo la ofrece: llena de comodidades, cero sufrimientos, riqueza, salud, éxito y bienestar total, se le hace inconcebible que Dios pueda permitir cosas así… pero cuando estos sufrimientos llegan, su teología rosa y simplista no sirve para dar explicaciones coherentes que no pongan entre dicho el amor de Dios, y por lo mismo, tal como Job, se resienten contra Dios, o peor aún, se apartan de él.
¿Por qué permitiría Dios cosas así? Primero tenemos que tener bien en claro varias cosas:
1ero: Somos seres pecadores, que no solo hemos pecado contra nuestro prójimo, sino que, principalmente, hemos pecado contra Dios. Si bien el pecado contra el prójimo se podría resolver con una simple condena, nuestro pecado contra Dios es de una gravedad tal que solo se puede pagar con una eternidad en el infierno. Y tiene sentido, pues, si la condena tiene que reflejar el valor de aquello que se ofende o se daña, ¿qué condena crees que se merezca el que peque contra el ser cuyo valor no se puede cuantificar? ¿qué condena podría vindicar el valor del único eterno Dios? Ni toda la humanidad que haya existido ni existirá, se igualan a su valor. El valor de todo lo que hay en el planeta, ni el planeta mismo, pudieran compararse con su valor. Ni nuestro sistema solar, ni nuestra vía láctea, ni todas las estrellas y planetas de nuestra galaxia, ni billones de universos, ni el cielo con todos sus ángeles se podrían comparar, ni remotamente, con el valor del Creador Todopoderoso. Pecar contra Dios es gravísimo. Lamentablemente no solo acarreamos con esa terrible condena, sino que nuestro pecado, por el hecho de vivir en un sistema, afecta a otras personas y a nuestro entorno, es por eso personas inocentes, como bebés, sufren, por causa del pecado de otros. La Biblia dice que por el pecado de uno, Adán, todo murieron; por el pecado de uno, Adán, toda la tierra entró en maldición; nosotros también con nuestros pecados acarreamos muerte y maldición a nuestra vida y descendencia. Si por el mal desempeño de un miembro del equipo de futbol todo el equipo pierde, te podrás enojar pero no se puede acusar de injusto que por uno los demás miembros del equipo pierdan, es simplemente el operar de un equipo, pues es un sistema, y así operan los sistemas… así nosotros, somos miembros de este gran sistema llamado humanidad y lo bueno o malo que hagan unos, tendrá un efecto en otros. En el ideal de Dios la intensión original es que se tuvieran puros efectos positivos… pero el pecado llegó produciendo efectos negativos.
2ndo: en nuestra condición de pecadores, lo que merecemos de Dios es maldición, muerte y destrucción eterna. Cualquier enfermedad, catástrofe, que venga sobre nosotros y nuestra descendencia es lo mínimo que merecemos por nuestro pecado y el de nuestros antepasados. Si viene algo de bendición a nuestras vidas, no es porque nos lo merezcamos, sino es por puro acto de gracia. Así que no podemos acusar de injusto a Dios por ningún mal que sobre nosotros venga. Es más si deseáramos que todos los malos del mundo fueran eliminados, estaríamos desando nuestra eliminación también, pues “no hay justo ni aún uno” (Ro.3:10), “no hay quien nadie que siempre haga lo bueno y nunca peque.” (Ec.7:20)
3ero: en nuestra condición pecadora Dios ha tenido mucha misericordia al refrenar y aplazar su juicio, esta misericordia también se muestra al darnos muchas bendiciones y cosas buenas que no merecemos, pero principalmente el mayor acto de gracia y misericordia se manifiesta en lo siguiente: en que Dios dejó su trono en el cielo para hacerse hombre y experimentar en carne propia el sufrimiento humano, para luego tomar el lugar de toda la humanidad pagando la muerte que merecía muriendo en su lugar. Dios muestra su amor en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Ro.5:8). Mayor acto de amor no hay, y gracias a ese acto, es que podemos obtener perdón y la esperanza de recuperar la perfección perdida en el Eden en donde no habrá enfermedad, muerte, maldición ni sufrimiento.
4to: en lo que llega el tiempo de restaurar todas las cosas a esa perfección original, Dios quiere dar la oportunidad de que todos puedan ser salvos al creer en el evangelio. Eso implica postergar el juicio que traería de nueva cuenta la perfección del orden de Dios. En el inter, sí, esto implica tener que seguir sufriendo todos los efectos de la caída: enfermedad, injusticia, dolor, muerte, maldad, etc. por causa de todos aquellos que todavía faltan por ser salvos.
5to: Sin embargo, Dios promete redimir ese dolor y sufrimiento que experimentamos en este mundo caído, y usarlo para nuestro bien: para nuestra salvación, para hacernos a la imagen de su hijo, para equiparnos para ayudar a otros, para acercarnos a él, para experimentarlo en forma que no se podrían de otra forma, para añadirnos un mayor peso de gloria eternos, y para que podamos mostrar un amor sacrificial por Dios y por el prójimo (pues cuando llegue la perfección no habrá más oportunidad de mostrar un amor así). Así por eso la Biblia nos ordena gozarnos cuando estemos pasando por diversas pruebas (Stg.1:2; Ro.5:3) pues obran para nuestro bien a los que amamos a Dios (Ro.8:28)
6to: Dentro de la dinámica espiritual que Dios permite para confirmarnos en la salvación, la Biblia dice que nuestra fe tiene que ser probada (1Pe.1:6-7) para que salga a relucir si es genuina o no (aspecto muy importante, pues no querrás darte cuenta que tu fe no era genuina después de muerto, cuando ya es muy tarde). Dios utiliza a Satanás para dichas pruebas de fe. En el libro de Job tu puedes ver cómo Satanás asegura que Job ama y sirve a Dios solo por las bendiciones recibidas de la mano de Dios, pero que si son quitadas, seguramente lo maldecirá. Job pasó la prueba, su amor y fidelidad por Dios fueron genuinas y al final recibió restauración y recompensa. Pero esto no solo es para Job. Satanás también pidió a Pedro y los discípulos para probarlos (zarandearlos: Lc.22:31), y también pidió a la iglesia de Esmirna (Ap.2:10), por nombrar algunos ejemplos, pues esa dinámica todavía sigue hasta el día de hoy.
En nuestro caso, por este entendimiento que nos brinda la Biblia, podemos saber que Satanás le pidió permiso a Dios para quitarle la vida a nuestro hijo, con el fin de probarnos, pues él enemigo apostaba a que nos resentiríamos contra Dios y le dejaríamos de amar y servir. Pero estábamos muy conscientes de dicha dinámica, y nos aferramos más a Dios ofreciéndole una suprema alabanza en medio de nuestro dolor pues él se lo merece. Y le digo suprema pues esta alabanza tiene un mayor mérito que cuando lo adoras cuando todo está bien en tu vida.
Además ¿cómo podríamos resentirnos contra Dios cuando él dió todo por nosotros, no escatimó ni a su propio hijo, sino que lo entregó por nosotros? ¿Cómo resentirse contra Dios cuando tenemos la promesa segura de que nuestro hijo está bien y que lo volveremos a ver? ¿Cómo resentirse contra Dios cuando esta experiencia ha obrado para nuestro bien al equiparnos para ayudar a otras personas que han pasado por situaciones igual de perplejas en las que les es difícil de ver el amor de Dios? ¿Como resentirse contra Dios cuando él promete que este dolor, sufrido con la actitud correcta, solo viene a añadirnos un mayor peso de gloria? No podemos resentirnos contra Dios, vemos su amor claramente en la cruz, vemos su amor en su cuidado para con nosotros en tantas bendiciones inmerecidas que recibimos día a día (provisión, salud, familia, amigos, etc.). Y si nos apartáramos de él ¿a donde iríamos? ¿Con quién más iríamos? Solo él ha mostrado un amor genuino por el ser humano. La contraparte solo desea nuestra destrucción y lo logrará si nos apartamos de Dios.
Así que conscientes de que nuestra fe estaba siendo probada, nos aferramos a nuestra fe y dimos gloria a Dios, quien ha llenado nuestro corazón de amor y esperanza. Como dice Pedro:
6 Así que alégrense de verdad. Les espera una alegría inmensa, aunque tienen que soportar muchas pruebas por un tiempo breve. 7 Estas pruebas demostrarán que su fe es auténtica. Está siendo probada de la misma manera que el fuego prueba y purifica el oro, aunque la fe de ustedes es mucho más preciosa que el mismo oro. Entonces su fe, al permanecer firme en tantas pruebas, les traerá mucha alabanza, gloria y honra en el día que Jesucristo sea revelado a todo el mundo. (1Pe.1:6-7)
De tu lado ¿que situación difícil o perpleja has pasado que te ha hecho dudar del amor de Dios? ¿Si puedes ver que fuiste pedido por el enemigo para zarandear tu fe y Dios accedió? ¿Pasarás la prueba? Mi oración es que pases la prueba, y que veas tu situación difícil usando como filtro la cruz, para que la interpretes a partir del amor de Dios y veas que aún en esa terribles situaciones Dios te está amando:
¿Será que él ya no nos ama si tenemos problemas o aflicciones, si somos perseguidos o pasamos hambre o estamos en la miseria o en peligro o bajo amenaza de muerte? 36 (Como dicen las Escrituras: «Por tu causa nos matan cada día; nos tratan como a ovejas en el matadero»). 37 Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó. (Ro.8:35-37)
Por favor… no dejes que el enemigo sea probado correcto en su posición de que tu tribulación ocasionará que te apartes de Dios pues tu amor por él es condicional… no dejes que eso suceda. Mi oración es que tu fe se mantenga firme para que al final recibas “mucha alabanza, gloria y honra en el día que Jesucristo sea revelado a todo el mundo.” (1Pe.1:7)
Hay recursos que Dios nos ha dado para lidiar con estas situaciones difíciles, nosotros tenemos el talle de mente renovada que te ayuda a entender desde la perspectiva de Dios el sufrimiento y las situaciones difíciles, y el de sanidad emocional, que te ayuda a lidiar con el dolor que uno sufre en medio de dichas situaciones. Te invito a que los tomes.